Si
recibes esta carta es porque ya he agotado mi escuálida iniciativa y tal vez me
venció la timidez o el orgullo que es la misma cosa...
Quien lo hubiera creído que tu
con esa cara de niña inocente, con esa sonrisa ingenua y ese mirar esquivo,
lograría despertar en mi corazón la chispa de una esperanza.
No sé en que momento, ni en que
lugar, me enamore de esas pequeñas cosas, detalles insignificantes, quizás de
la amistad entre los dos sin querer la convertí en un verdadero mar de
inquietudes...
Es este amor una prueba de fuego,
que debo saldar o arriesgarme, dejar que me quemen tus ojos y me mate tu boca.
En el umbral del siglo XX
transcurría sin trascendencia mi pobre y aburrida vida; sin metas a alcanzar,
con un sueño tan irreal y absurdo, en medio de este caos de la sociedad se
desenvolvía mi vida hasta que apareciste tú; primero como un destello en el
firmamento, luego como una fantasía que se escapa…
Loja, 12 de junio de 1999
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