A modo de comparación haré mi
reflexión, no sé si será la verdad pero es mi opinión, de usted amigo lector
dependerá su reacción, no espero retribución pues es mi contribución, para
crecer como ciudad, para cada día ser mejor.
Una vez en un tiempo no tan
lejano había una bella ciudad llamada la Castellana, donde naturalmente crecían
flores de todo tipo, entre ellas estaban las orquídeas, las cuales aunque
crecían no tenían mucha acogida y no eran valoradas, frente a esto el rey un
día anuncio el festival de las orquídeas, el mismo que generó expectativas y por ganar popularidad
surgieron criadores, cultivadores, maestros, que enseñaban a sembrar y cosechar
tan bella flor, donde aprendieron nadie lo sabía, pero en el país de los ciegos
el tuerto es rey.
Sin embargo faltaba un detalle
muy importante, un algo que hasta se
momento a muy pocos les había importado, encontrar compradores o personas que
amen y gusten de las orquídeas, sin ello el gran festival sería un fracaso, no
era posible que el un cultivador presente sus muestras a otro cultivador y así se presenten las
muestras solo a un pequeño grupo, debía llegar al gran público; y más cuando se anunciaba que se traerían
muestras de otros países, de otras ciudades.
Mucho se discutió al respecto, acaso nuestras
orquídeas se decían, estarán en condiciones de competir o compararse a las de
otros lugares, pues en la ciudad la siembra, cuidado y cultivo era por decirlo
un poco artesanal, y por ser las orquídeas una flor no tan popular, no contaba
con el auspicio, ni apoyo de los encargados de la floricultura.
Pero como hacer que a la gente
del lugar le guste y aprecie de la belleza de tan singular flor… se le prendió
el foco a la reina de abejas, la que se nutría del néctar de las flores, y
organizaron una exposición más pequeña, al inicio se presentaron todos los
amantes de las orquídeas, a tal evento lo llamaron “Orquídeas de la castellana”,
pero algo paso, con el trascurrir el tiempo la reina se quedó sola con sus zánganos,
los otros cultivadores se apartaron y siguieron viendo desde lejos como se manejaban
y se manipulaban los hilos de la orquideocultura del lugar.
Y ahora como seguimos ganado público,
como hacemos que la gente ame las orquídeas de la ciudad, sigamos con nuestro encuentro,
de orquídeas de la ciudad, y para ello se les ocurrió la brillante idea, de
traer orquidiarios de otras ciudades, grandes empresarios de las orquídeas, muy
buena idea así pues, hicieron que la gente de la castellana amará las
orquídeas, aunque paradójicamente no había ni una sola orquídea de la
Castellana en las exposiciones de “Orquídeas de la Castellana”. Se les paso ese
pequeño detalle, pero por lo menos estamos trayendo y presentando Orquídeas la
reina y su sequito se justificaban, pero se olvidaron un detalle, los
habitantes aunque aprendieron a amar las orquídeas, pero se enseñaron apreciar
las de afuera, las de otro lado, y menospreciaron las orquídeas locales, para
que ir a verlas a estas aunque sean gratis, cuando se puede pagar por ver
extranjeras, y así nació la Castellana
quedo como la ciudad que ama las orquídeas de afuera, pero se olvidó que en su
tierra también crecen y muy bellas esta hermosa flor… la ciudad donde cada a lo largo del año se
realiza la exposición de orquídeas de la ciudad, pero donde no hay ni una sola
d estas flores locales en él; y colorín
colorado, el cuento no ha terminado, recién empieza, lo que sigue la historia
lo va dictando.
Ahora, y solo por jugar, lo
invito a cambiar las palabras en lugar de flores ponga artes, en lugar de orquídeas
ponga teatro, en lugar de cultivadores, ponga actores, grupos o directores; el
nombre de la reina y de su séquito ponga su nombre o quien quiera atribuirse tan digno título
hágalo, no me enojo, y ahora si vuelva a
leer el cuento, si encuentra algún parecido con la realidad de su ciudad, es
pura intención mía, no es casualidad, es mi forma de darle voz a todos aquellos
que callan, como decía un locutor de mi ciudad hace tiempo. “Por qué callar
sería como traicionar” salen estas letras de mi impotencia por estar lejos y no
poder hacer más.
Por una cultura de vida.
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