miércoles, 21 de octubre de 2015

UN CUENTO PARA VARIAR

A modo de comparación haré mi reflexión, no sé si será la verdad pero es mi opinión, de usted amigo lector dependerá su reacción, no espero retribución pues es mi contribución, para crecer como ciudad, para cada día ser mejor.

Un Cuento para variar
Una vez en un tiempo no tan lejano había una bella ciudad llamada la Castellana, donde naturalmente crecían flores de todo tipo, entre ellas estaban las orquídeas, las cuales aunque crecían no tenían mucha acogida y no eran valoradas, frente a esto el rey un día anuncio el festival de las orquídeas, el mismo que generó  expectativas y por ganar popularidad surgieron criadores, cultivadores, maestros, que enseñaban a sembrar y cosechar tan bella flor, donde aprendieron nadie lo sabía, pero en el país de los ciegos el tuerto es rey.


Sin embargo faltaba un detalle muy importante,  un algo que hasta se momento a muy pocos les había importado, encontrar compradores o personas que amen y gusten de las orquídeas, sin ello el gran festival sería un fracaso, no era posible que el un cultivador presente sus muestras  a otro cultivador y así se presenten las muestras solo a un pequeño grupo, debía llegar al gran público;  y más cuando se anunciaba que se traerían muestras de otros países, de otras ciudades.

 Mucho se discutió al respecto, acaso nuestras orquídeas se decían, estarán en condiciones de competir o compararse a las de otros lugares, pues en la ciudad la siembra, cuidado y cultivo era por decirlo un poco artesanal, y por ser las orquídeas una flor no tan popular, no contaba con el auspicio, ni apoyo de los encargados de la floricultura.

Pero como hacer que a la gente del lugar le guste y aprecie de la belleza de tan singular flor… se le prendió el foco a la reina de abejas, la que se nutría del néctar de las flores, y organizaron una exposición más pequeña, al inicio se presentaron todos los amantes de las orquídeas, a tal evento lo llamaron “Orquídeas de la castellana”, pero algo paso, con el trascurrir el tiempo la reina se quedó sola con sus zánganos, los otros cultivadores se apartaron y siguieron viendo desde lejos como se manejaban y se manipulaban los hilos de la orquideocultura del lugar.

Y ahora como seguimos ganado público, como hacemos que la gente ame las orquídeas de la ciudad, sigamos con nuestro encuentro, de orquídeas de la ciudad, y para ello se les ocurrió la brillante idea, de traer orquidiarios de otras ciudades, grandes empresarios de las orquídeas, muy buena idea así pues, hicieron que la gente de la castellana amará las orquídeas, aunque paradójicamente no había ni una sola orquídea de la Castellana en las exposiciones de “Orquídeas de la Castellana”. Se les paso ese pequeño detalle, pero por lo menos estamos trayendo y presentando Orquídeas la reina y su sequito se justificaban, pero se olvidaron un detalle, los habitantes aunque aprendieron a amar las orquídeas, pero se enseñaron apreciar las de afuera, las de otro lado, y menospreciaron las orquídeas locales, para que ir a verlas a estas aunque sean gratis, cuando se puede pagar por ver extranjeras, y así nació la  Castellana quedo como la ciudad que ama las orquídeas de afuera, pero se olvidó que en su tierra también crecen y muy bellas esta hermosa flor…  la ciudad donde cada a lo largo del año se realiza la exposición de orquídeas de la ciudad, pero donde no hay ni una sola d estas flores locales en él;  y colorín colorado, el cuento no ha terminado, recién empieza, lo que sigue la historia lo va dictando.

Ahora, y solo por jugar, lo invito a cambiar las palabras en lugar de flores ponga artes, en lugar de orquídeas ponga teatro, en lugar de cultivadores, ponga actores, grupos o directores; el nombre de la reina y de su séquito ponga su nombre o  quien quiera atribuirse tan digno título hágalo, no me enojo, y ahora si  vuelva a leer el cuento, si encuentra algún parecido con la realidad de su ciudad, es pura intención mía, no es casualidad, es mi forma de darle voz a todos aquellos que callan, como decía un locutor de mi ciudad hace tiempo. “Por qué callar sería como traicionar” salen estas letras de mi impotencia por estar lejos y no poder hacer más.

Por una cultura de vida.

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