Si las palabras que muchas veces se la lleva el
viento tienen repercusiones en nuestras vidas, mucho mayor peso y secuelas
tendrán nuestras acciones, nuestros actos, si dejáramos de ser tan mecanizados,
si dejáramos por un momento nuestra rutina, y nos detuviéramos por un instante
a pensar y observar los resultados que provocan en los demás nuestras palabras
y acciones, quizá viviéramos en un mundo más humano.
Si cada ser es un mundo distinto entre sí, debemos
aprender a ser mas observadores y tratar a cada quien según su forma de ser,
sacarnos la idea de que quien piensa distinto de mi está equivocado, y tratar
que todos piensen y sientan como yo. Buscar un balance o equilibrio en nuestro
hablar, en nuestro proceder.
Exagerar pero no gritar, defender pero no agredir,
corregir pero no humillar, tratar al otro como me gustaría que me traten a mi;
saber cuándo debo y cuando no ser oportuno; decir o callar, elogiar o corregir,
todo sin exagerar y con la justa medida.
Y si vamos hacer de nuestra vida un drama o un
teatro, hagámoslo bien, siguiendo las reglas y normas de la actuación,
respetando a los demás y sobre todo con un buen objetivo, que no solo sea mi
interés particular o el de mi círculo cercano. Recuerden para vocalizar bien es
necesario aprender a respirar correctamente y con una disciplina constante se
vuelve un buen hábito; en nuestro diario caminar por la vida tomémonos también
un respiro, aspiremos el aire del optimismo, expandamos nuestra esperanza,
hagamos del amor y del respeto a los demás un buen habito, para ser las
estrellas de este drama llamado vida.
Por una cultura de vida.
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