Estrellas o estrellados-Diego Robles |
Esta última semana
pude asistir a un encuentro
internacional de teatro con la participación de grupos de varios países, más allá de analizar las obras que
presentaron, me gustaría hablar sobre
otro aspecto que lo he observado en varias oportunidades es un fenómeno que a quienes estamos involucrados en la
actividad teatral, alguna vez nos ha sucedido.
- No hay la
estrella- todos somos un universo, todos son necesarios nadie imprescindible- Esta
es una de las primeras reglas o normas
que nunca debemos olvidar la gente del arte dramático, sin embargo siempre o al
menos una vez lo hacemos, nos sentimos los grandes, las estrellas, los
predestinados; nuestro ego, nuestra soberbia sale a flor de piel y lo peor es
que a veces surge por simplezas o circunstancias fortuitas, que me salió bien
esta obra... ya me siento el mejor director o el mejor actor; ya que pude asistir a un festival o he sido
designado director y ya me siento por encima de los demás yo soy el grande;
nadie vale más que yo… esta es una dura realidad que como digo alguna vez nos ha
pasado, lo importante es despertar pronto de esa nube imaginaria descender a la
realidad del trabajo diario, a la realidad de los demás, de lo contrario la
caída de esa nube puede ser muy dolorosa.
El teatro es ante
todo un fenómeno de comunicación, donde el dramaturgo, el director y los
actores buscan llevar y dejar en el espectador un mensaje, sea este de
cualquier tipo pero al final un mensaje, cuando se nos olvida esto hacemos
obras solo para lucirnos, solo para que el público vea que tan bueno soy, para
que noten todos como manejo a la perfección las técnicas actorales o
dramáticas, allí el mensaje es vean que estupendo que soy admírenme; sin
embargo creo que el público no va a eso al teatro.
Cuando nos subimos
o nos crecemos, cambiamos como personas, dejamos que nuestro ego hable por
nosotros y por ello se suele menospreciar a los demás a los que consideramos
inferiores, sin embargo el verdadero artista, el que hace con amor y pasión su
arte se despreocupa de creerse grande o pequeño, solo se interesa en hacer bien
su labor, en cumplir y dar todo de sí en busca que el espectador se sienta conmovido
con su ejecución.
En la obra
“esperando a Godot” un personaje de mendigo que apesta literalmente, baja al
público y con la mayor dulzura y cariño regala flores a los espectadores, hasta este momento usted pensara que lindo,
que tierno, que lindo gesto, pero no sé si pensara lo mismo cuando sepa que esa
flor apestaba a excrementos humanos, que piensa ahora, se queda con la acción o
con el objeto. Sin duda muchos se quedan con el objeto y dirán que asco, que
falta de sensibilidad que atrevimiento.
Cuando uno se cree
estrella solo busca dar flores perfumadas y fragantes, aunque cuando se las de
lo hagan con cara de hipocresía, se busca agradar al público, se busca solo los
aplausos, en cambio cuando uno tiene los pies sobre la tierra descubre que mediante el teatro se puede y se
debe decir eso que hiere, eso que molesta, esas realidades que gritan y a las
cuales nos hacemos sordos, esas problemáticas a las cuales las autoridades y la
sociedad prefiere hacerse la ciega, pero claro eso no nos hace famosos, más
bien nos convierte en anarquistas y terroristas culturales.
Prefiero
estrellarme y decir mi verdad, dar mi mensaje al público, conmoverme y hacerlo
pensar, que creerme la gran estrella que recibe los aplausos de pie, y por eso
mi teatro lo llevo donde los demás no lo quieren hacer porque lo consideran
indigno, prefiero regalar flores que apestan quedarme con la acción, al fin de
cuentas, todos somos mendigos y andamos dando migajas y mendigando a los
poderosos favores, a quienes nuestras acciones y nuestra propia vida les fastidia.
Por una cultura de
vida.
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