Las edades y sus vicios (foto Diego Robles) |
“no cabe duda de cada edad tiene su pecado capital, a los veinte nos da por enamorar, a los treinta no morimos de iras, a los cuarenta….” Este es un fragmento de una comedia escrita por Alejandro Casona, que ahora traigo a colación, porque me puse a pensar que pasa conmigo a la edad que tengo, y pues descubrí muchas cosas interesantes.
A la edad que tengo, sencillamente soy yo mismo, ya no pretendo agradar ni
quedar bien con nadie, no necesito adular ni mostrarme hipócrita para conseguir
algo, valoro a los demás por ellos mismos más no por sus títulos, ni su
posición social o su cargo.
Más que nunca amo vivir aunque en ese camino llamado vida me asalte más de una vez la tristeza, la soledad o el strees, creo que las experiencias vividas me han hecho más humano, quizá más sensible y tolerante, ya no trato de imponer mis ideas, simulo no darme cuenta cuando alguien finge su amistad y solo se acercan por mezquinos intereses.
Me entristece ver, leer y conocer cómo se burlan, se insultan y se ofenden entre sí, por el simple hecho de que no pensar iguales, por tener diferente fe, creencia, ideología o incluso gustarles diferentes equipos de fútbol.
Me importa lo que pasa en el mundo, mas ya no me aflijo por no poder salvarlo, me he convencido que si yo soy mejor el mundo ya cambio; amo la vida tranquila y sin mucho ruido, aprecio mucho a mis contactos y conocidos de la red con quienes intercambio anécdotas y largas conversaciones.
La soledad ya no carcome mi alma como antes, la paz y la satisfacción del deber cumplido suplen su presencia. Tolero y me entretengo muchísimo ver las propuestas de campaña de los candidatos, me molesta eso sí, que engañe con demagogia a los electores y que su proselitismo solo sea atacar al contrincante o hablar de las maravillas que dicen harán cuando suban al poder.
Pero todo aquello solo es una parte de lo que soy o de quien me creo que soy, las personas tendemos a poner el interés en cosas pasajeras y superficiales, nos gusta vivir de apariencias, fingir lo que no somos, y nos olvidamos que podemos engañar a otros menos a uno mismo, y aunque paradojicamente resulte pensamos en todo menos en nosotros mismos, pensamos como lucir exteriormente, buscamos un estatus una posición para creernos importantes, nos olvidamos que todo es pasajero, efímero y que tarde o temprano todos tendremos el mismo final.
Ya no temo a la muerte, temo a la sensación de insatisfacción de no haber podido realizar más cosas positivas, buenas para mí mismo y para los demás, al mal al odio y a la violencia se las debe y se las puede vencer a fuerza de hacer el bien.
Escribo para no llorar, desahogo en palabras y renglones torcidos lo que podría hacerlo en el fondo de una botella, expreso en mis puestas en escenas del teatro, las penas y alegrías.
Y usted amigo, amiga ya se ha puesto a pensar que prima en este momento en su vida, cuál es su pecado, su vicio que no lo deja ser libre, ser feliz.
Por una cultura de vida.
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