Y qué pensaría
usted de un profesional que si le importan los demás, y que algunas veces ofrece su trabajo en forma
gratuita y voluntaria sin mirar la clase social.
Imagínese ahora usted ahora al primer caso al
que no sirve sino le pagan, criticando, burlándose, calumniando, hablando y
catalogando como que no sirve el trabajo del segundo del que lo hace aunque no haya
un pago, sin duda pues pensara que se ha encontrado con un arrogante.
Y de este tipo de
personas encontramos a diario, seres cuyo ego se les sale por los poros y el
teatro y la actuación no está libre de ellos, así pues en mi vida artística
encontrado a este tipo de arrogantes, que son quienes fomentan las élites
culturales, son aquellos que creen que la cultura y el arte solo son para un grupo selecto de personas que tenga
dinero para pagar por sus obras.
Es obvio que uno
debe valorar su labor y debe ponerle un valor y que uno como artista no puede
andar regalando su trabajo, pero tampoco podemos olvidar que el artista es un
ser social comprometido con su sociedad.
Pero de allí
asegurar que porque se presenta una obra teatral en la plaza, en el mercado, en
la calle o en un barrio marginal, hace que ese trabajo no valga, que ese grupo
no sirva es una gran estupidez, tan grande como creer que el teatro solo fue
echo para ser presentado en un local cerrado y para “un público selecto”.
Me enorgullezco de ser
un artista popular, de con mi grupo haber podido llegar a lugares recónditos y
apartados, donde las manifestaciones artísticas nunca llegan, y divertir,
entretener y orientar con nuestras obras, aunque el pago sea solo un cafecito
caliente, pero que mejor pago que saber que estas fomentando con tu arte, la cultura en tu país, en tu
ciudad, quizás quien diga lo contrario es porque es foráneo y no valora esta
tierra.
Un día tuve que
escoger o ser artista o ser comerciante del arte, y escogí la primera opción al
acordarme del gran maestro del teatro Stanislavki quien una vez dijo “hay que
eliminar de las tablas a aquellos que solo pretendan buscar fama y fortuna”.
Desde mi rincón,
desde mi teatro social, desde mi universidad que aunque no sea católica me ha
enseñado a preocuparme por los demás y no solo buscar el maldito dinero, que al
fin de cuentas solo nos corrompe el alma, seguiré trabajando en este arte y no
por un sueldo o por romper taquilla o
sentirme superior a los demás, sin importarme lo que digan de mi los arrogantes del teatro, sino más bien
porque el teatro es mi vida, mi forma de decir: gracias Dios por darme
este talento, lo pongo a tu servicio, al
servicio de tus hijos, ya tu sabrás pagarme….
Por una cultura de
vida
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