miércoles, 31 de julio de 2013

NO INSTRUYAS HASTA QUE NO HAYAS SIDO INSTRUIDO

Escuche una canción cuya letra decía algo parecido a “no se tienen las cosas por poder hablar de ellas”, esta frase me lleva a la reflexión sobre lo que quiere decir, sobre qué me dice a mí.

Muchas veces uno cree tener la razón en algo, cree saberlo y se puede hablar de ello puedo parecer un erudito sobre tal o cual tema; pero si vamos más a fondo en realidad cuanto sabemos de las cosas, a veces creemos que dominamos un arte, una técnica, un oficio, porque sabemos mucho de ello, pero cuanto de lo teoría que sabemos e hemos podido comprobar en la práctica.

No instruyas hasta que no seas instruido



 Ello me trae alusión a otro refrán que dice “en el país de los ciegos el tuerto es rey”, no será más bien eso, que aprovechamos el desconocimiento de los demás,  de la ignorancia y hasta ingenuidad del otro, para con cuatro palabritas que hemos aprendido y repetimos de memoria, aparecer como todos unos inspirados;  pero  que pasaría si en ese país de ciegos un día llega alguien que puede ver, como engañaría a esa persona en ese momento se caería ese disfraz de erudito.

Por ello me atrevo afirmar que para instruir a otro, para enseñar a otro, primero uno debe instruirse de lo contrario sería un ciego guiando a otro ciego, pueden caminar  por un sendero ya conocido y andarlo de memoria, pero que sucedería cuando por alguna razón les toque desviarse, o haya un cambio en el camino ya trazado, ese momento el avance se detendría.

Dependiendo del ámbito donde se desarrolle esto puede afectar más o menos al individuo o a la sociedad, en el caso de la medicina podría ser muy grave porque si el futuro medico recibe una mala formación podría acarrear la muerte de un paciente, y sin embargo existen muchos curanderos y falsos milagreros que ofrecen curar toda dolencia.

En el mundo teatral, puede ocurrir lo mismo, si bien nadie morirá, se estará matando al propia arte, si la formación de un actor no es la adecuada, no solo se afectara a ese individuo sino a la sociedad que empezara a ver como correcto o como que está bien eso que se enseña mal, y empezaran a creer que el teatro es cualquier cosa menos lo que es en efecto.

Muchas veces uno en su entusiasmo de enseñar este arte puede querer abarcar muchas cosas, pero hay que detenerse y ser sincero consigo mismo y detenerse a pensar, yo ya estoy en condiciones de capacitar, como ha sido mi formación, mi capacitación, quizás sepa muchas cosas, pero puedo enseñar.

Esto me trae a la mente que muchas veces dentro de un mismo arte, este tiene muchos  caminos, existen los creadores, los ejecutantes, los compositores, los distribuidores, los capacitadores, etc.  y no todos pueden hacer todo, puedo ser muy buen carpintero, pero puedo ser pésimo maestro al enseñar a otro mi oficio.

Al respecto viene toda esa reflexión de hoy, no pretender abarcar todo sin antes pensar si estoy listo para hacer tal o cual cosa, más grave sería que a pesar de ello igual lo haga solo por cuestiones de dinero o por aparentar lo que no soy.


Por una cultura de vida

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